CIUDAD DEL VATICANO — El verano puede y debe ser tiempo para rezar más, un momento de paz que le permite a los cristianos disfrutar la alegría de su relación con Jesús y encontrar nueva fuerza para extender amor a otros, dijo el papa Francisco.
Antes de rezar el Ángelus el 6 de agosto, durante la fiesta de la Transfiguración, el papa habló acerca de la historia del Evangelio sobre los discípulos subiendo con Jesús al Monte Tabor para “desprenderse de las cosas mundanas” y contemplar la transfiguración del Señor.
Hoy día los discípulos de Cristo deben también “redescubrir el silencio pacificador” que viene de la oración y meditar sobre un pasaje del Evangelio.
“Cuando nosotros nos ponemos así, con la Biblia en la mano, en silencio, comenzamos a sentir esta belleza interior, esta alegría que nos da la Palabra de Dios en nosotros”, dijo el papa.
Con altas temperaturas todavía en Roma y en la mayor parte de Europa, muchos turistas y peregrinos en la Plaza de San Pedro llegaron preparados con sombrillas y compraron los parasoles de papel de vendedores ambulantes fuera de la plaza.
El papa Francisco dijo que sabía que los estudiantes en la plaza estaban en medio de sus vacaciones de verano y que muchos otros estaban de vacaciones. Él les dijo: “Es importante que en el periodo de descanso y de desapego de las ocupaciones cotidianas se puedan fortificar las fuerzas del cuerpo y del espíritu, profundizando en el camino espiritual”.
Los discípulos que vieron a Jesús transfigurado, él dijo, cambiaron por el evento y descendieron de la montaña, de nuevo a sus vidas cotidianas, “con los ojos y el corazón transfigurados por el encuentro con el Señor. Es el recorrido que podemos realizar también nosotros”.
Un encuentro con el Señor, él dijo, debe inspirar pasos adicionales de conversión y mayor testimonio de caridad.
“Transformados por la presencia de Cristo y por el ardor de su palabra, seremos signos concretos del amor vivificante de Dios por todos nuestros hermanos, especialmente por quienes sufren, por cuantos se encuentran en la soledad y en el abandono, por los enfermos y por la multitud de hombres y de mujeres que, en diversas partes del mundo, son humillados por la injusticia, la prepotencia y la violencia”.
El papa Francisco oró para que María cuide a los que están de vacaciones, pero también para que cuide a “los que no pueden ir de vacaciones porque están impedidos por la edad, por motivos de salud o de trabajo, por restricciones económicas o por otros problemas”.
Temprano esa mañana, el papa Francisco fue a la gruta abajo de la Basílica de San Pedro para orar en la tumba del beato Pablo VI, quien murió el 6 de agosto de 1978.