CAMAGÜEY, Cuba (CNS) — El arzobispo cubano Wilfredo Pino Estévez suavemente dirigió al cardenal Timothy M. Dolan de Estados Unidos hacia un hombre que había perdido recientemente parte de su pierna debido a complicaciones de diabetes y se encontraba sentado calladamente en su silla.
Durante su visita el 9 de febrero a un centro de Camagüey, donde un pequeño grupo de religiosas junto con un pequeño personal cuidan de enfermos y ancianos, el arzobispo de Nueva York se acercó al hombre con una amable sonrisa y suavemente trazó la señal de la cruz en su frente, deteniéndose brevemente a conversar con él y luego tocando su hombre consoladoramente.
Aunque los gobiernos estén en desacuerdo unos con otros sobre sus ideologías, eso no significa que las organizaciones religiosas no puedan ser fuente de las buenas obras que tienen que llevarse a cabo en una sociedad, dijo el cardenal, después de una visita al centro que lleva el nombre del arzobispo cubano Adolfo Casildo Rodríguez Herrera, y llamado popularmente centro Monseñor Adolfo Rodríguez, ya que fue él quien ideó el centro, pero no vivió para verlo realizado.
En medio de una visita de misión de seis días, su primer viaje a la isla, el cardenal Dolan agradeció a las tres religiosas de la Orden de San Camilo de Lellis “por su ejemplo”, después de celebrar la Misa dominical con ellas y un grupo de más de dos docenas de residentes del centro.
A la misma hora en que normalmente celebran la Misa dominical en el centro todos los domingos, él también celebra Misa en la catedral de San Patricio en Nueva York, les dijo, expresando su alegría de estar con ellos en Camagüey en lugar de en la 5ª Avenida. Dijo que les estaba haciendo una visita como su prójimo, pero también como su hermano en Cristo.
Al vivir en una isla, a veces es fácil sentirse aislado, dijo el arzobispo Pino de Camagüey en una entrevista con Catholic News Service, pero las visitas del exterior, como la del cardenal Dolan, les recuerdan a los católicos de Cuba la iglesia universal a la que pertenecen, dijo.
“Simplemente ese detalle, de dares cuenta de que al mismo tiempo de que celebramos una humilde Misa aquí con 10 o 15 personas, a esa misma hora en Nueva York y en otras partes del mundo, estamos compartiendo lo mismo. Esto es fantástico”, dijo el arzobispo Pino. “No siempre somos conscientes de estas cosas, de las grandes cosas que Dios lleva a cabo a través de nosotros”.
Esa conexión con los católicos del exterior, particularmente de quienes tienen raíces en Camagüey, de hecho, es lo que hizo realidad el centro de ancianos, dijo el arzobispo Pino. Estados Unidos tiene una gran colonia “camagüeyana” de católicos que contribuyeron a la construcción del centro, que llevó 13 años para su edificación y proporciona servicios esenciales en el área rural.
Con la ayuda de la diáspora cubana, el centro adquirirá una ambulancia que está prevista a llegar en cualquier momento, dijo el arzobispo Pino al cardenal.
Algunos residentes mostraron al cardenal las placas que llevan los nombres de camagüeyanos que viven en el extranjero, que habían donado el dinero para pagar su habitación, o que habían contribuido para poner a una habitación el nombre de un ser querido.
“Mostraron una callada dignidad”, dijo el cardenal sobre la interacción que había tenido con los más o menos 40 residentes, a muchos de los cuales saludó personalmente durante o después de la Misa y que orgullosamente le mostraron sus facilidades de vivienda.
Tales servicios proporcionados por las hermanas y el personal se hacen cada vez más importantes a medida que la isla envejece, dijo el arzobispo Pino.
“Tristemente, la población cubana es anciana y no hay una gran explosión de población”, dijo. “Algunas personas tienen miedo de tener hijos en medio de la dificultad. Esto es algo sobre lo que el papa Juan Pablo II nos advirtió durante su visita. En pocas palabras, existe una tasa de nacimientos muy baja”.
Las enseñanzas del Evangelio, de cuidar de los demás, por tanto, se convierten en más importantes, dijo el arzobispo Pino, añadiendo que aunque la Escritura nos advierte de no proclamar las propias obras buenas, “por un día, me gustaría desobedecer a Dios” y contarles a los demás las grandes obras que realiza la Iglesia, desde alimentar a los pobres, visitar o cuidar a los enfermos, como es el caso del centro Monseñor Adolfo Rodríguez, dijo.
“Hay tantas grandes obras de caridad que la Iglesia realiza aquí”, dijo.